Ella
Hoy, os pido perdón por esta falta de continuidad, y también os voy a contar una historia. Es la historia de una mujer que durante toda su vida, se ha dejado la piel por los suyos día a día.
De pequeño, la consideraba como la persona que más sabía del mundo. Todo lo que hacía tenía su razón de ser. Para mí ella nunca se equivocaba, siempre tenía respuesta para todas mis preguntas y era mi modelo a seguir; siempre me imaginaba que algún día sabría tantas cosas y sería tan fuerte como ella. Era la perfección en persona. Absolutamente nadie era capaz de quitarme ese brillo en los ojos cuando la miraba, y siempre lo pensaba.
Con el paso de los años, cuando fui creciendo, poco a poco me iba dando cuenta de que a pesar de la cantidad de conocimientos que tenía y de todo lo que sabía de la vida, algunas veces se equivocaba porque al fin y al cabo, nadie puede ser perfecto del todo. Pero yo seguía sin ver ni la más mínima muestra de flaqueza, porque ella demostraba que podía con todo y siempre era la última a la hora de recibir, aunque ya no fuese tan perfecta como años atrás. Aun con enfados, rabietas e inocentes rencores efímeros típicos de un niño, yo siempre lo pensaba.
Después me fui dando cuenta de que ese convencimiento que yo tenía de que ella lo sabía todo se derrumbaba poco a poco, muchas veces acompañado de pequeñas decepciones, porque había ocasiones en las que se cargaba de un plumazo lo que me había estado inculcando durante años, valores y comportamientos que me hacían ver, o por lo menos pensar, que también había momentos en los que se comportaba como una niña pequeña. Pero aún así, lo seguía pensando.
Tantos años al pie del cañon, intentando hacer ver que era la más fuerte dando siempre la cara por los suyos, la han cansado. Cada vez fue mostrándose como una persona con el corazón muy caliente y muy sensible a cualquier tipo de comentario o hecho que, a alguien más templado y con más cabeza fría, no lograría afectar tanto. La gota que colmó el vaso fueron el trabajo y una situación familiar atípica, mucho más tensa de lo normal. Y al final, reventó. Cayó en una depresión que pensábamos que había superado, pero los cambios de los últimos meses y una mala racha en casa la han hecho recaer.
Pues bien, esa mujer hoy cumple cincuenta años. Para mí no es perfecta, no necesito que lo sea. Por mucho que me moleste, no siempre lleva razón. A veces piensa que porque tengo veinte años creo que lo sé todo, y se equivoca. A veces hace cosas que cinco minutos antes me ha dicho que no haga, y le cuesta admitirlo. Pero por encima de todo, despues de tantos años, sigo pensándolo, y es que para mí es la mejor madre del mundo.
Por eso, me veo en la obligación de ayudarla, pero no sé cómo. Mi única herramienta es todo lo que yo la pueda querer, pero eso desgraciadamente esta vez no es suficiente.
De pequeño, la consideraba como la persona que más sabía del mundo. Todo lo que hacía tenía su razón de ser. Para mí ella nunca se equivocaba, siempre tenía respuesta para todas mis preguntas y era mi modelo a seguir; siempre me imaginaba que algún día sabría tantas cosas y sería tan fuerte como ella. Era la perfección en persona. Absolutamente nadie era capaz de quitarme ese brillo en los ojos cuando la miraba, y siempre lo pensaba.
Con el paso de los años, cuando fui creciendo, poco a poco me iba dando cuenta de que a pesar de la cantidad de conocimientos que tenía y de todo lo que sabía de la vida, algunas veces se equivocaba porque al fin y al cabo, nadie puede ser perfecto del todo. Pero yo seguía sin ver ni la más mínima muestra de flaqueza, porque ella demostraba que podía con todo y siempre era la última a la hora de recibir, aunque ya no fuese tan perfecta como años atrás. Aun con enfados, rabietas e inocentes rencores efímeros típicos de un niño, yo siempre lo pensaba.
Después me fui dando cuenta de que ese convencimiento que yo tenía de que ella lo sabía todo se derrumbaba poco a poco, muchas veces acompañado de pequeñas decepciones, porque había ocasiones en las que se cargaba de un plumazo lo que me había estado inculcando durante años, valores y comportamientos que me hacían ver, o por lo menos pensar, que también había momentos en los que se comportaba como una niña pequeña. Pero aún así, lo seguía pensando.
Tantos años al pie del cañon, intentando hacer ver que era la más fuerte dando siempre la cara por los suyos, la han cansado. Cada vez fue mostrándose como una persona con el corazón muy caliente y muy sensible a cualquier tipo de comentario o hecho que, a alguien más templado y con más cabeza fría, no lograría afectar tanto. La gota que colmó el vaso fueron el trabajo y una situación familiar atípica, mucho más tensa de lo normal. Y al final, reventó. Cayó en una depresión que pensábamos que había superado, pero los cambios de los últimos meses y una mala racha en casa la han hecho recaer.
Pues bien, esa mujer hoy cumple cincuenta años. Para mí no es perfecta, no necesito que lo sea. Por mucho que me moleste, no siempre lleva razón. A veces piensa que porque tengo veinte años creo que lo sé todo, y se equivoca. A veces hace cosas que cinco minutos antes me ha dicho que no haga, y le cuesta admitirlo. Pero por encima de todo, despues de tantos años, sigo pensándolo, y es que para mí es la mejor madre del mundo.
Por eso, me veo en la obligación de ayudarla, pero no sé cómo. Mi única herramienta es todo lo que yo la pueda querer, pero eso desgraciadamente esta vez no es suficiente.
4 comentarios
Marc -
AAHermana -
Quiensino(clotilde:P) -
Tone -
Mi primer comentario, tu. xD